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09 marzo 2010

Expreso

Tren en la nieve, Monet

Griselda no se enteró hasta entrada la noche que Alberto había tomado el tren. Aún guardaba la nota que él le había dejado descuidadamente sobre la mesa, manchada con el café de la mañana. Le había dicho antes de irse que no se iría sin despedirse y eso la mantuvo serena. Logró reunir con algún esfuerzo los dos chelines que necesitaba para llegar a la estación de trenes en las afueras de la ciudad y salió con paso decidido.

La copiosa nieve que caía no le dejaba ver claramente los rostros de los pasajeros. Corrió entre los vagones tratando de reconocer esa silueta que tantas noches había admirado. Su corazón latía por el esfuerzo y por las ansias de poder ver el rostro de Alberto, infinitamente conocido. Una y otra vez se empinaba por los ventanales, sin suerte. Frotó su frente y recordó que tenía la nota firmemente apretada en su mano izquierda.

Reflexionó un momento y pensó que quizás no había entendido bien el mensaje que, con cuidada letra y una caligrafía envidiable, Alberto había dejado esa noche para ella. Retrocedió unos pasos y se sentó pesadamente en un banco de la estación. Desdobló el papel, finamente elaborado, y recorrió una vez más esas curiosas palabras...

"Querida Griselda:

La virtuosidad es el alma de los hombres nobles. La nobleza es un bien escaso y tu seguridad me hace temblar. Hoy dejo tu lecho y dejo también tu aire. La estación de trenes me espera, ya estoy en camino. Verás que el fuego se escapará de mis pulmones y podré elevarme al fin.

Tuyo para siempre, te libero de mi infinitud

Alberto"


Cerró la nota. Recorrió una vez más con la mirada la estación de trenes.

Sintió que el tiempo se detenía al entender las palabras de Alberto.

La nieve no dejaba de caer y enfriaba sus oscuras mejillas.

Guardó la nota en su bosillo.

Lentamente volvió a su hogar.

08 marzo 2010

Viva Chile, mierda!