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21 noviembre 2008

Sobre el dolor

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos, ni de dónde venimos!...



Rubén Darío

...Y no sé cómo empezar.
Cuando un alma pura se vierte,
deja estelas de su prístina esencia.
El dolor que acompaña a esa alma
puede hacer que se empañe,
ocultando su cristalino andar.
Al nacer, nada nos acompaña:
todo se aprende,
todo se experimenta.
Y así vamos guardando
los falsos signos
de una vida que
creemos sin retorno.
Cómo recobrar la claridad...
Cuándo el dolor se hizo más vivo
que la suavidad...
Trabajo arduo
el de volver a tener
esa mirada inocente.
Y sigo pensando
en otra realidades.
Y me aferro a la idea
de que el dolor
es una decisión.
La opción constante
de imprimirlo,
como en una página
de un viejo libro,
como el sonido
de una vieja melodía.
Y llegar con manos limpias
a recoger la vida dura
y mirarla
y reconocerla
y aceptar todas sus cuitas.
El dolor es una opción.
Dejemos que se vaya.

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